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Banco del Ahorro FAMSA en liquidación. Dilemas éticos en el origen


Por Alberto Equihua

La Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) determinó que a partir del 1º de julio el Banco del Ahorro FAMSA (BAFAMSA) dejara de operar. Una decisión excepcional, originada en una serie de irregularidades que posiblemente se remontan hasta 2016. Un análisis todavía accesible, pero preciso y serio sobre el caso está publicado en la Ekonospnera: “Tema de la Semana: Banco Ahorro FAMSA, Génesis de una Quiebra”.

En Globalethik el caso nos llama la atención especialmente por un punto. BAFAMSA es un banco, se podría pensar, a modo. Es parte del del grupo FAMSA S.A.B. de C.V., cuyo giro principal es el comercio al detalle. La idea de agregar al grupo un banco aparentemente fue para operar las ventas a crédito de las tiendas FAMSA. Un modelo de negocio que aplican otros competidores en el sector, como son Elektra con Banco Azteca y Coppel con BanCoppel. En todos ellos, el crédito es una manera adicional de capturar valor.

En Economía se reconoce como el papel de los bancos en los circuitos económicos, especialmente en el financiero, la intermediación entre el ahorro y la inversión. La contribución de estas instituciones a la creación de valor y riqueza en una economía está en captar los ahorros dispersos entre familias y empresas de una sociedad, concentrarlos y canalizarlos al circuito real de la economía como inversiones productivas que contribuyan al crecimiento de los volúmenes de la producción y el comercio. Esta función de intermediación ha demostrado su potencial enorme a lo largo de la historia. Probablemente es uno de los factores de éxito económico del capitalismo.

BAFAMSA, sin embargo, en la medida que tuvo una operación subordinada a la actividad comercial del grupo al que perteneció, posiblemente sirvió malamente a la naturaleza originalísima de la banca en la economía. Significaría, que encima de todas las deficiencias y corruptelas que posiblemente condenaron a la institución a perder su licencia, estaría una aberración de origen. BAFAMSA tuvo que concentrarse en el financiamiento del consumo de los clientes de las tiendas; pero ¿y la captación del ahorro para financiarlos? En este modelo de negocio motivado y guiado por el comercio, la función de atraer ahorradores perece a priori, fácil de subordinar a objetivos comerciales e incluso ignorar. Si este es un sesgo inherente al modelo de negocio, podría explicar por qué BAFAMSA tenía dificultades para cumplir con sus indicadores financieros como banco. La función de otorgar crédito dominó a la de captar ahorro.

Este argumento podría llevarse hasta la arena moral. ¿A quién debe servir un banco? ¿Cómo debe priorizar a los grupos con los que trabaja? Los tres principales serían, por su naturaleza de banco: 1) ahorradores, 2) accionistas y 3) inversionistas o acreditados; aunque en el caso de BAFAMSA los últimos eran mayoritariamente consumidores. Es decir, sus planes no eran instalar unidades productivas, sino simplemente escalar su consumo por encima de sus posibilidades presente. En un banco convencional, la prioridad es el ahorrador. Es a quien se debe cuidar en primer lugar. Sin su comportamiento frugal no hay ahorro ni banca posible. Para BAFAMSA, la prioridad muy probablemente fue el “inversionista”, mejor dicho, el consumidor. Se trataba de maximizar las ventas de las tiendas y dotarlos de préstamos era una forma de vender más. ¿Y el ahorrador? Muchos serían los mismos clientes de las tiendas. Para BAFAMSA ser el banco de los mismos que acreditaba para que compraran en las tiendas tenía varias ventajas. Información de sus finanzas y su capacidad de pago, asegurar los cobros e incluso capitalizar al banco para financiar a otros consumidores. Ampliar la captación de ahorro proveniente de personas y familias fuera de la clientela de las tiendas debe haber sido relativamente poco interesante. En todo caso, atraer a ese público y captar su ahorro requeriría un esfuerzo de mercadeo adicional, especial, diferenciado, especializado y por lo tanto más costoso.

Este razonamiento queda en el plano moral. Porque no se manifiesta en la operación ni en los números de manera que su efecto se pueda aislar y “documentar”; por lo menos no fácilmente. Sin embargo, sí se puede plantear como dilema: ¿es correcto fundar un banco descentrado de su papel natural en la economía como intermediario y concentrador de ahorro? Aplicado al caso de BAFAMSA podría plantearse así: ¿es correcto fundar un banco para subordinarlo esencialmente al propósito de incrementar las ventas de un negocio de comercio al detalle?

Sin abandonar el mismo plano moral es posible plantear otra pregunta. A la hora de crear instituciones y empresas, ¿no deberíamos observar con mucho mayor rigor sus propósitos fundacionales y sopesar la validez operativa en el contexto económico y social en el que se inscribirá? Lo planteo aquí estrictamente como una perspectiva personal, que deberían considerar quienes proponen estos modelos de negocio y los ponen en práctica. Pero que también puede juzgar abiertamente cualquiera de los que estamos alrededor y observamos. No me atrevo, sin embargo, a ir tan lejos como sería pensar que las autoridades y las leyes lo consideraran explícitamente entre las conductas que regulan. Seguramente el remedio saldría peor que la enfermedad. Sin embargo, de lo dicho vendrían más cuestiones; como por ejemplo en el caso de BAFAMSA:

  1. ¿Cuánta responsabilidad deben asumir los ahorradores que confiaron en la institución y en general el sistema, si consideramos que al mismo tiempo también son o han sido acreditados de la misma? Aquí hay espacio para situaciones confusas. Por un lado ahorros comprometidos y por el otro créditos en riesgo de no recuperarse.

  2. ¿No deberían ajustarse las reglas de supervisión según el papel de un banco en la estrategia de un grupo industrial o comercial? ¿Se podría?

  3. ¿Sería válido juzgar la exposición de los bancos por algo así como la “desnaturalización” de su misión, visión u objetivos en relación con la función natural de la banca?

La ética es así. Plantea preguntas y dilemas sobre nuestras decisiones y conductas que no tienen respuestas fáciles. Muchas veces todo queda en nuestro ánimo íntimo; sin embargo, acabamos por asumir una actitud o conducta, que nos puede dejar más o menos satisfechos o inquietos; por lo menos en nuestro fuero interno.

BAFAMSA ya está en su último capítulo. Los casos de Banco Azteca y BanCoppel están ahí todavía. ¿Estarán haciendo lo correcto como bancos? ¿O son similares a BAFAMSA; nada más que mejor operados? ¿Seguirán así, o los vicios sistémicos en la naturaleza “viciada” de su modelo de negocio terminarán por doblegarlos?

Son dilemas.

Julio de 2020

 


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