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UNA NUEVA ÉPOCA


Por Luis Manuel de la Peña Stettner

En un artículo anterior, escrito hace año y medio se describió en qué consiste un cambio de época. En esta ocasión el intento es describir cómo podría ser una nueva época para reconocer los elementos que la integren y la distingan; y así, poder generarla.

Transitamos por un tiempo de crisis general en todos los sectores, junto con otros países en diversas latitudes del globo, que en el fondo sufren de una condición similar. Vivimos actualmente en un caos que tratamos de entender, al que hemos llegado poco a poco, paso a paso, sin caer en cuenta de su origen. Son los efectos de las acciones que hemos realizado, particularmente mediante las nuevas tecnologías e innovaciones, las que causan los cambios que experimentamos, acompañados de la velocidad y la aceleración, con la que estos ocurren. Esta clase de acciones, son la causa de estos cambios. (Papa Francisco) “Evangelii Gaudium”*

Todo cambio es motivo de uno o varios efectos en la realidad que vivimos, la cual debería ser adaptada a las nuevas condiciones para mantener su estado de equilibrio como marco de operaciones. De esta suerte la sociedad podría seguir su camino de progreso y desarrollo. Es la humanidad la que crea estos cambios y es ella misma la que debe ajustarlos y adaptarlos a la realidad. Llevar a cabo ajustes de forma inmediata, requeriría de adaptaciones igualmente rápidas y precisas para un reacomodo exacto de las cosas, de modo que la realidad se mantenga equilibrada en su integralidad. El centro del problema reside, en que no es posible realizar estos ajustes de forma sencilla, debido a que no se distinguen con claridad las áreas de la realidad afectadas, ni la intensidad de los efectos. Esto nos advierte, que si persistimos operando en una realidad no reajustada, cada vez más desequilibrada, y con dificultades para actuar en ella, ésta se deteriorará aún más, y podrá llegar al punto en el que finalmente pierda su facultad natural de ser campo constructivo de la acción humana y referente para el uso del sentido.

Los efectos son entonces de naturaleza entrópica. La entropía, segunda ley de la termodinámica, declara que la energía existente nunca aumenta ni disminuye, sólo se altera, al emplearse, sufriendo desorden o degradación en su calidad. Hay que aplicar nueva energía para mantener o restablecer su orden y calidad, cuando estos son afectados. El deterioro de la energía por las alteraciones causadas, se hacen finalmente perceptibles cuando ellas se han acumulado en la realidad, distribuyendo y disipando los efectos de los cambios realizados en diferentes direcciones, debido a la integralidad que constituye la realidad y su infinita conectividad, de modo que no se puede afectar sólo en parte, sino a toda ella, de diferentes maneras e intensidades, de acuerdo con sus conexiones inherentes. Esto ocurre de forma no-lineal y dispareja, similar a un sistema de caos, en el que el resultado no tiene una correspondencia directa a la forma en la que se inició un proceso. Por esta razón se dificulta captar los efectos de cambios en el corto plazo; y en el largo, se perciben finalmente, una vez se hayan acumulado lo suficiente, y generen un estado crítico. Hay, además, otro aspecto de la no-linealidad, que se refiere a procesos en los que se utiliza la reiteración, que se señalará posteriormente.

A lo largo de la época que estamos viviendo, la cual tratamos de superar y dejar atrás, se han generado grandes desajustes. Un desequilibrio tal, que ha sido causa de gran entropía de la realidad (Matthias Horx), como nunca antes se había experimentado en esa magnitud. Esto se debe a los efectos de los cambios mencionados que ocurrieron, siguen ocurriendo, y resultan en que la actual realidad, esté limitada para dar acomodo a tantos efectos. A pesar de ello continuamos operando en ella, como si no hubiese necesidad de ajuste alguno, continuando con una actitud de “Business as usual”. Debemos caer en cuenta de que no existen más los espacios de acción ordenados, ni los elementos, o estructuras necesarias para actuar sin causar mayor desequilibrio, donde nuestra acción se realiza en un campo cada vez menos adecuado. Se requieren formar nuevos espacios con un nivel de mayor precisión en el ajuste de sus estructuras, que posibilite la operación en una realidad fresca, con mayor efectividad, y capacidad para ofrecer un campo de acción creativo y eficiente, y generar un desarrollo integral.

Se requeriría para ello, la construcción de estructuras físicas, mentales, axiológicas y tecnológicas, esto es, un nuevo paradigma, que desplace al anterior, llevando a cabo una adaptación general de la realidad, necesaria, debido a que la acción humana, llevada a cabo en su papel de “Homo Oeconomicus”, desempeñado durante el siglo pasado, y ha dado lugar a este desajuste general que deberemos restaurar, para generar un estado que permita operar con efectividad, y así, impulsar el nacimiento de una nueva cultura.

La consecuencia psicológica de los desajustes es comúnmente la confusión, como lo estamos viviendo, debido a la disrupción de la realidad. Cuando la entropía a causa de ello deviene distorsionante, las modificaciones necesarias se constituyen en niveles de mayor complejidad, propia de etapas superiores en un desarrollo.

Se requieren ante todo, instrumentos y acciones que hagan la realidad asequible para su entendimiento y para la construcción de un marco de acción que considere la integralidad de un nuevo paradigma, con nuevos elementos axiológicos, que originen una consiguiente mentalidad incluyente, en tanto a la presencia y utilidad de nuevos fenómenos, además de la disposición para conformar una nueva realidad, que sea marco de una nueva cultura e incluya un equilibrio intrínseco y dinámico, que sea también, integral y sostenible, en la medida que corresponda.

La presencia de elementos funcionando en estado de anarquía, tiene su origen en la falta de instrumentos de gobernanza, legales, sociales, axiológicos y culturales. Esto obedece a la falta de referentes claros que apoyen el orden de un nuevo esquema de pensamiento y acción. Seguimos, sin embargo, actuando con elementos caducos, de un paradigma desgastado, que carece de la capacidad para resolver nuevas complejidades.

En la medida que no se reconozca la necesidad de un nuevo paradigma y se insista en resolver los problemas de la actualidad con elementos del que ya es obsoleto, será la entropía que se genere y la dificultad para resolver el desajuste causado. Por otro lado, en la medida que entendamos los tiempos en los que vivimos, y el cambio de estructura requerido para formar un nuevo pensamiento capaz de abrirse al nuevo paradigma, podremos generar una cultura con nuevas formas, dinámicas, y valores con nuevos acentos. Requerimos una nueva visión que nos impulse a avanzar con arrojo a generar estructuras que incluyan los elementos axiológicos, con nuevos principios y actitudes, atendiendo que no se conviertan sólo en referentes del “deber ser”, sino en sistemas de uso cotidiano y común.

Las estructuras que al respecto se construyan, deberán dar soporte y pauta a las acciones que se realicen cubiertas por ellas, de suerte que faciliten y promuevan la nueva axiología y las correspondientes conductas que se requieran. Pese a que hoy día podrían considerarse estas acciones como utópicas. Las actitudes referidas, tendrán que reflejarse en las acciones, apoyadas e impulsadas por nuevas estructuras, que se puedan utilizar cotidianamente, de forma tal, que tanto actitudes como principios, obtengan un lugar claro en el día a día, y permitan encontrar nuevas y mejores formas de orden y convivencia, para el desarrollo de la sociedad.

Un contexto de acción con estructuras adecuadas podrá generar a la vez, una consciencia y una mentalidad, que acompañen y conformen la realidad en su recorrido de transformación y construcción del paradigma buscado, mediante el cual encontremos sentido para construir una nueva cultura.

Es ineludible el esfuerzo que se requiere para encontrar los signos reconocibles del deterioro de la realidad en las manifestaciones de los fenómenos actuales, en el estado de afectación, como lo observamos en la pérdida del respeto a la dignidad humana, manifiesta en situaciones y acciones, como la gran desigualdad, nunca antes manifiesta al extremo actual, acompañada por la exclusividad y la exclusión, llegando a un extremo en los asesinatos brutales y absurdos, en el incremento creciente de odios que dividen y anarquizan sociedades, particularmente por los populismos que surgen y últimamente son elegidos en un esquema pseudo-democrático. Generalmente son estos los que impulsan movimientos y regímenes absurdos y extremistas, ayudados por la ya citada confusión.

Deberemos igualmente, reflexionar sobre algunos elementos específicos, que si bien, son conocidos, no lo son, en cuanto a sus efectos posibles. Como ejemplo, tenemos la importancia cobrada por la competencia en nuestra actualidad, y que si bien, es parte ineludible de la naturaleza, incluyendo la humana, en la que se manifiesta en forma particular en la actividad económica; se ha llegado hoy día, a considerar como un mecanismo con valor absoluto e instrumento ineludible para el logro del éxito en los mercados tanto laboral como de distribución, sin obviar que también se utiliza para dar solución a problemas en general, como el mejoramiento del desempeño en el trabajo y el aprendizaje escolar. La competencia está presente en todas partes, particularmente, en la acción humana, y en la mayoría de las ocasiones, se considera como única forma de impulso por su efecto natural de presión, aunque ante todo de exclusión, su efecto principal.

Desde la educación primaria se impulsa la competencia individual entre alumnos, causando rivalidades y exclusiones, cuando en su caso, se podrían promover otras formas de aprendizaje, a través de experiencias compartidas, de convivencia colaborativa, con maestros o instructores que guíen y alienten esta práctica, en lugar de hacerlo mediante el individualismo de la enseñanza vertical, pasiva, y comparativa, finalmente en competencia con los demás, lo cual evita la oportunidad de aprender al lado de otros y no frente y contra los compañeros de clase. (Margret Rasfeld)

En los campos de la política, de la sociedad, y como ya se mencionó, particularmente en el mercado, la competencia es la principal forma de avance y de logro. La acción colaborativa no es aún considerada tan efectiva en estos casos, excepto en algunas visiones surgidas en las últimas décadas, como la “Coopetencia” (Barry J. Nalebuff y Adam M. Brandenburger) y algunos otros ejemplos, en los que a pesar de incluir la colaboración como modo de acción, encierra finalmente la intención de la competitividad, no la del avance en solución problemas, sin que se considere a otros necesariamente como contendientes.

Es entonces preciso encontrar, además, otras formas de logro, que lleven a soluciones y resultados benéficos para todos, sin que ello se realice a costa de los demás. Para ello, se requiere estar alerta a los efectos negativos que pueda causar la competencia en casos particulares. Esto se puede referir a la competencia cuando ésta es excesiva o inadecuada, en cuyo caso, puede afectar negativamente al bien común.

En el caso del mercado, este fenómeno competitivo tiene su objetivo válido y claro, siendo moderador, mejorando la forma de producir en beneficio de todos; sin embargo, en la medida que se pierde este objetivo y se convierte en medio para encubrir o impulsar la codicia, o el daño a otros, fortaleciendo el beneficio propio, se convierte esta actividad, en un medio de deterioro social, económico y moral. Como resultado de ello, observamos la anteriormente mencionada desigualdad económica en la sociedad, generada en gran parte por este mecanismo, que ocurre en las economías real y la financiera, con la eliminación intencional de competidores, sobre todo de menor calibre para el logro de beneficios individuales o corporativos. El caso de la competencia personal ésta, generalmente causa de disminución del rendimiento individual, tanto en el trabajo como en el aprendizaje.

Como viento refrescante, sin embargo, han surgido nuevas iniciativas, como parte de los nuevos tiempos. Se han originado las “Empresas socialmente responsables”, que reconocen su responsabilidad hacia la sociedad, en particular hacia sus “Stakeholders”, tanto internos como externos, ponderando en especial la dignidad en sus colaboradores, lo cual ayuda a reducir la desigualdad en general. Otra iniciativa lo son las “Empresas Sociales”, con un enfoque directo a satisfacer necesidades concretas de la sociedad. Ambas son impulsadas por una consciencia de mayor desarrollo, y muestra nuevas actitudes loables, en la actividad de la empresa, en beneficio de la sociedad. Esta manifestación empieza a marcar positivamente la historia económica y social. En el caso de las empresas sociales debe mencionarse que en ocasiones se debe hacer mayor hincapié en la sostenibilidad de las mismas, para asegurar su existencia.

Para distinguir el avance hacia una nueva realidad, considerando el estado de confusión en el que vivimos, necesitamos descubrir los signos que denotan las primicias de ésta, que se manifiestan con actitudes y acciones, con principios y valores que nos indican y nos dan luz sobre la ruta a recorrer, para alcanzar la nueva etapa de la historia, mediante el uso de un nuevo paradigma, particularmente axiológico.

Es indispensable descubrir y tener claras, en primer lugar, las actitudes que conduzcan al respeto de la dignidad humana, a la colaboración, y con ello, generar confianza colectiva. Estas actitudes exigen y facilitan el ejercicio creciente de la responsabilidad, y además impulsan la transformación de la consciencia, con el fin de captar los fenómenos ya mencionados, como la mencionada no-linealidad, que nos alerta, sobre los efectos de alteraciones en una realidad interconectada, en la que no siempre son proporcionales a las causas que las provocan, siendo toda la realidad, la que resulta afectada en la integralidad, de sus diferentes campos y en diversas proporciones. Por otro lado, la no-linealidad se entiende en los procesos, que sugieren la reiteración, hasta lograr la solución adecuada. La realidad está toda conectada, y particularmente afectada, cuando acontece una “disrupción”, en general, y particularmente a causa de la innovación y de la tecnología, como agentes causales del descuadre real del momento. (Evangelii Gaudium)*

La disrupción, o interrupción de la continuidad de procesos establecidos e integrados en la actividad natural y la humana, es un elemento de doble efecto. Por un lado, es eficiente para el logro de innovaciones en la vida y en el mercado. Por el otro, los efectos reales de este proceso pueden dañar el bien común, patrimonio de todos. Esto exige una actitud de responsabilidad que corresponda a ese nivel de acciones.

Existen más fenómenos de nueva aparición, o mejor dicho, nueva percepción, con una nueva forma de manifestarse, que se deben considerar y tratar de forma apropiada, además de aprovechar responsablemente, para que causen el mayor bien y el menor perjuicio posibles, observándolos y el respetándolos, con el fin de convertirlos en apoyo para el desarrollo de la realidad, tomando en cuenta su capacidad infinita conectividad.

La interdependencia, la singularidad, la no-localidad, la exponenciación, la complejidad, la integralidad u holística, incluyendo su sistemicidad, por nombrar algunos más de estos fenómenos que han sido parte integral de la realidad y existido siempre, aunque sin haber sido percibidos con claridad como tales. Hoy día, sin embargo, se hacen presentes en la vida cotidiana, sobre todo, debido al efecto de la globalización, y a su naturaleza de fenómeno caótico, que requiere de un tratamiento particular. El fenómeno globalizador que ha sido facilitado por el internet, junto con la innovación y la tecnología desarrollados últimamente, han creado avances y cambios inauditos. Estos avances son los principales agentes de los cambios acelerados, con efectos entrópicos en el estado de las cosas.

Hay, sin embargo, instrumentos que impulsan el uso de la práctica de estos elementos con mayor propiedad, y tienen estrecha relación con la adquisición de mayor conocimiento y, ante todo, mayor responsabilidad, con el resultado de nuevas actitudes; en sí, un indicio positivo para nuevos tiempos. Esto se muestra en la participación en causas comunes, en la colaboración en el trabajo y en aras de la exponenciación del pensamiento y la inteligencia, y de la confianza en la acción. Son también, elementos impulsores, la disminución del concepto de status y de Jerarquías, particularmente en las organizaciones, en el diálogo y en el trabajo. Estas diminuciones permiten mejor comunicación y una mejor convivencia. Es también un signo claro de reajuste, la preferencia de las experiencias, capacidades y competencias personales, por encima de la calificación abstracta de conocimientos aislados fuera de contexto, en la selección de personas cualificadas para el trabajo. Es necesario descubrir elementos y contextos que faciliten la igualdad y la práctica democrática en estos campos, y de la misma forma hacerlo con inclusión, diversidad, e interdisciplinaridad, en su camino hacia una “post-disciplinaridad” (Ulrich Weinberg). La complejidad será un elemento omnipresente en los procesos de reajuste y en la búsqueda de resultados. Todo esto es parte de una nueva fenomenología y de nuevas actitudes que permiten ser empleadas en la acción, dentro de la nueva realidad, ofreciendo la oportunidad de reiterar la confianza colectiva y los resultados deseados.

Actuar con nuevos principios, requiere de nuevas dinámicas que utilicen estos fenómenos y actitudes de forma intrínseca, y las conviertan en uso normal del día a día, para que ellos generen nuevos campos de acción caracterizados por estas actitudes y principios claros, que generen e impulsen el desarrollo de la sociedad, y la orientación al bien común.

Los nuevos campos de acción, y los esquemas para actuar, incluyendo los principios mencionados, requieren de organizaciones más planas, que generen y faciliten dinámicas de colaboración, confianza e igualdad, particularmente en la solución de problemas, y la construcción de estructuras para el trabajo de equipo (Ulrich Weinberg), con metodologías, que permitan que todos los participantes obtengan por igual, la satisfacción del logro y del éxito comunes, no más en lo individual. Esta práctica es ya llevada exitosamente a cabo en algunas empresas multinacionales.

Es importante hoy día, contar con medios y formas para dar soluciones rápidas y complejas a los problemas, que dinamicen para ello la inteligencia humana mediante el pensamiento y el trabajo en equipo, que permitan el equilibrio en el desempeño de ésta frente a la inteligencia artificial, mediante el empleo de nuevas formas de pensar y actuar, que impulsen nuevas maneras de obtener soluciones. Igualmente lo es, generar dinámicas que incluyan los nuevos principios y valores, a pesar de que algunos de ellos, sean aún considerados utópicos, y que, a pesar de ello deben convertirse en realizables y de uso común. Esto se hace posible con los instrumentos adecuados para establecer nuevas formas de apreciar, que conduzcan a nuevas formas de hacer, y así generar una mejor convivencia con acciones lógicas, llenas de sentido, y no sólo tenerlas como un deseo de difícil o dudoso logro.

Sería irreal pensar que un grupo de personas se comporte con actitudes y conductas apropiadas automática y constantemente, mediante el simple ejercicio de la virtud pura, sin contar con el soporte de un contexto que conduzca a ello, lo impulse y lo suponga como forma habitual de actuar. Los esquemas de trabajo y la acción de una nueva era deberán ofrecer estructuras e incentivos diferentes a los del paradigma actual, de predominio exclusivo de la competencia y el desempeño puramente individuales, para beneficio propio o grupal. Se requieren paradigmas con elementos coherentes, en los que estén manifiestos los signos ya citados con anterioridad, particularmente la colaboración y el uso de la nueva axiología, basada fuertemente en el respeto a la dignidad humana y en el bien común.

Los retos son parte de la vida, y debemos, tomar en cuenta la consciencia y los instrumentos que usemos para superarlos. Existen opciones, algunas de ellas basadas en la competencia y otras en la colaboración. Estas últimas, han demostrado su efectividad y tienen menores alcances entrópicos en su uso, cuando son de buena voluntad. Esto se posibilita mediante la construcción de estructuras metodológicas que permitan escalar la inteligencia personal “IQ” a otra de índole colectiva, “WeQ” (Peter Siegel), mediante la acción y el trabajo en equipos que buscan un desempeño común con resultados más beneficiosos y satisfactorios que el que pueda rendir el ejercicio de la competencia, debido a que el trabajo en equipo da además la posibilidad de incrementar exponencialmente la capacidad de la inteligencia humana, al generar la posibilidad de actuar en unidad como lo hace una orquesta, al ejecutar una obra musical, y además de ello adquirir la capacidad de incluir la complejidad, parte intrínseca del reto.

A una nueva era se le rehúye comúnmente, debido a la multiplicidad de retos, dificultades y exigencias que ella presenta, como resolver nuevas y mayores complejidades, distinguir, entender y enfrentar nuevos fenómenos, generar cambios y ajustes que afectan múltiples sectores de la sociedad. En especial, se necesitan emplear formas de colaborar que generen gobernanza local, nacional e internacional, particularmente en espacios, donde nunca antes se había requerido. Se hace igualmente necesario invertir en educación y capacitación para adquirir nuevos conocimientos, introducirlos a nuevos contextos, a nuevas destrezas y competencias, y así, disminuir el efecto de problemas, como el desempleo, cuando éste se genere por el uso de algunas nuevas tecnologías, propias de los tiempos, que empezamos a vivir.

Por el momento, son la “Inteligencia Artificial” (IA) y el “Internet de las Cosas” (IoT), las tecnologías básicas, sin excluir otras más, que facilitan la nueva revolución industrial “Industrie 4.0”, cuya aplicación y efectos irán a mayor velocidad de la que pueda alcanzar la creación de nuevos puestos de trabajo para sustituir los que se pierdan, que exigirán mayor capacitación de los colaboradores para que tomen nuevos puestos, que requerirán de mayor destreza y dominio de nuevas competencias. Para ello, es necesario el diseño de nuevos planes y formas de estudio y aprendizaje en universidades y centros educativos que preparen y den nueva capacitación, a los colaboradores y puedan desempeñar esos trabajos, o en su defecto, convertirse en emprendedores o auto-empleados.

Para posibilitar un cambio como el descrito, se requiere la generación de legislaciones adecuadas a los efectos del nuevo estado globalizado de las cosas, y realizar esfuerzos coordinados con nuevos actores. Esto exige vencer amenazas, resolver problemas y pasar pruebas imprevistas, propias de una nueva realidad. Todo esto habrá de realizarse en un estado de incertidumbre, que prevalecerá durante la transición de la realidad, que requerirá como se mencionó con anterioridad, del desarrollo de nuevas formas de pensar y actuar, que permitan y generen una nueva mentalidad, capaz de articular y percibir la visión de un nuevo orden, acorde a los principios mencionados, y colaboren a la formación de una nueva cultura.

Este gran reto. Es semejante en algunos aspectos, a situaciones ya vividas anteriormente por la humanidad, en particular en las previas revoluciones industriales, aunque no de la magnitud de las que ahora enfrentamos. El nuevo paradigma deberá surgir de la búsqueda de soluciones basadas en los nuevos valores, para que éste sea la respuesta a la nueva realidad. Este cambio paradigmático afectará a la humanidad entera por primera vez en la historia, lo cual significa que toda la civilización está en el proceso de un gran cambio, nunca antes ocurrido en esta forma ni con esta magnitud, en un contexto tal, que la sociedad global será afectada, gracias a la interconexión de la realidad y a la globalización.

Debemos, entonces hacer consciencia de los problemas, entre ellos, los costos y esfuerzos que implica construir una nueva era. A ello se debe, que algunos líderes, evitan tomar las medidas que esto implica. En lugar de ello, presentan una realidad simplista y generalmente estática con atajos, retrocesos y complacencias, evitando enfrentar las dificultades reales y los temores que ellas causan. Las propuestas populistas, de estos líderes, son altamente costosas y dolorosas, al causar un retroceso en el desarrollo de la sociedad, y posteriormente un enfrentamiento con la falsedad, que representó ese paso hacia atrás, que habrá que recuperarse inevitablemente.

Para evitar un liderazgo de esa índole, y sea presentado uno sensato y adecuado en su lugar, con visión al futuro, es indispensable entender, aceptar y enfrentar los retos reales, lo cual significa, realizar ajustes económicos, sociales y culturales, y la disposición a cambios estructurales. La nueva época deberá estar basada en la construcción de una nueva cultura, basada en un paradigma bien comprendido que proponga nuevas estructuras y aleje temores al futuro.

El paradigma nuevo debe adecuar los elementos clave de una época para poder serle útil. La educación, con nuevas formas de aprender, mejor y más rápidamente, dentro de contextos reales y coherentes, en los que se perciba el sentido inherente que pueda generar una nueva mentalidad. Hay indicios de nuevas formas de aprendizaje en estas condiciones, a partir de realizar experiencias que se comparten con los demás miembros de un grupo que aprende colectivamente, conducido por un facilitador, que guía las experiencias, señala los conocimientos, ligados a otros más y a nuevas destrezas. La intervención específica del “maestro” es más bien la de un “coach”, que impulsa las dinámicas, para que quienes aprenden obtengan sus propias experiencias y los conocimientos que éstas contengan, en un contexto concreto. Esto facilita un mejor entendimiento de la realidad y la generación de confianza personal y colectiva.

De manera particular, debemos fijar nuestra atención en nuevos esquemas, conducentes a una nueva etapa de la consciencia, del pensamiento, y de la acción, en el esquema de una panorámica integral, propia del nuevo paradigma, que permita generar soluciones múltiples y complejas.

El mejor ejemplo conocido hasta hoy día para ello es el método del “Design Thinking”, que utiliza en su proceso, nuevas manifestaciones de los principios, valores y actitudes citados con anterioridad. Se trata de una estructura metódica de trabajo que incluye formas y dinámicas e impulsa el uso de la no-linealidad en su proceso reiterativo, y una axiología aún no experimentada de manera común, en alguna otra práctica, institución u organismo.

Esta dinámica de trabajo y otras que en su momento en ella se inspiren, se podrán aplicar cada vez más en nuevas versiones, en la medida que se desarrolle la práctica de esta metodología, por el número de personas e instituciones que representen una masa crítica. Esta nueva práctica generará un futuro para la nueva época y para sí misma. El “Design Thinking” es una puerta que conduce a la vivencia del nuevo paradigma, con exponenciación de la inteligencia humana, y de la conectividad real, mediante el trabajo en equipo.

El trabajo individual utiliza eminentemente un curso de pensamiento lógico y reflexivo de la persona, sin negar algunos momentos de inspiración que surja en el proceso. El “Design Thinking” utiliza como método, las dimensiones intuitiva o espontánea de la mente humana. Esto conduce a la apertura de la mente y a la generosidad de los participantes del equipo, que comparte sus conocimientos e ideas personales, las que, de otra forma, quizá, se guardarían, como parte de un patrimonio personal o debido al temor a ser criticado. Esta parte del proceso se realiza entonces, sin hacer juicios ni evaluaciones de coherencia. En posteriores etapas, se introduce la capacidad lógica y reflexiva de los participantes, para encontrar sentido entre lo expresado y lo que se busca, y además seleccionar colectivamente lo más adecuado para encontrar la solución mediante la reiteración. Esto da por resultado, la rapidez en las conclusiones, que incluyen diversos aspectos del problema o reto en cuestión, como la complejidad inherente, incluida en los resultados obtenidos.

Este método permite la pronta generación de prototipos, que facilita su ensayo mediante su exposición a la realidad, aceptando y reconociendo errores como forma de aprendizaje y avance, y permitiendo alcanzar aproximaciones múltiples y complejas a las soluciones, como en la innovación de un producto o servicio confrontada a las necesidades del consumidor. Esto se hace posible debido a la diversidad y la interdisciplinaridad (post-disciplinaridad) del equipo y a la práctica de “Roll Playing”, o desempeño de diferentes papeles supuestos, realizado por los participantes en el equipo para probar posibilidades del prototipo en la realidad. De esta forma se experimenta también la conectividad existente en la realidad que en el equipo se realiza en el trabajo en forma de red, conformada por un “equipo de equipos” en conexión. (Ulrich Weinberg)

Lograr soluciones a problemas en situaciones de complejidad, permite la exponenciación de la inteligencia humana, (IH), de su capacidad y su velocidad en la solución de ellos, brindando la posibilidad de que la (IH) acompañe a su propia creación, la inteligencia artificial (IA), en su desempeño, sin subordinarse a ella. (Ulrich Weinberg) De esta forma se puede mantener una relación sostenible en la que la tecnología se pueda mantener al servicio de la humanidad y no lo contrario.

La nueva época será semejante a un renacimiento que genere un ascenso en el reconocimiento de la dignidad humana, de su potencialidad en nuevos campos, y particularmente de su capacidad de responsabilizarse en el uso del conocimiento y en la acción. Esto viene al caso ante la posibilidad de un “transhumanismo”, que podría sacar a la persona de su ámbito de “sentido humano”, insertando elementos tecnológicos en su cuerpo. Esto nos alerta a mantener la atención en la capacidad propia de la persona y en su desarrollo, que se basa particularmente en su espíritu, su mente y su inteligencia, y se revela en sus actitudes, y en la posibilidad de inspirarlas, extraerlas y aplicarlas en acciones positivas, mediante estructuras y dinámicas que impulsen la conducta humana en esa dirección, permitiendo el ordenamiento de la realidad, en función a su florecimiento, y el de nuestra especie, en su capacidad de encontrar mayor sentido, generando unidad en lo disperso y relacionándose con ella, en comunión con la naturaleza y sus procesos, mediante su interdependencia, apoyada en las estructuras que exigen el pensamiento y la acción apropiadas para que todo esto pueda realizarse de forma usual y cotidiana, a través de dinámicas e incentivos adecuados que permitan un ordenamiento de la realidad, en armonía con la especie humana. Ésta debe tomar consciencia de su papel, como generadora de unidad y superación, basadas en su facultad de relacionar y relacionarse, contribuir y convivir en armonía con todos y con todo, confirmando e impulsando su propia esencia de género humano como conciliador, ordenador y generador de potencialidades, para dejar atrás la época que nos manifestó como “Homo Oeconomicus”, propia del antiguo paradigma, y despejar la ruta hacia nuestro florecimiento, al igual que él toda la realidad, desempeñándonos como “Homo Humanus”.


 

* La encíclica “Evangelii Gaudium”: “Este cambio de época se ha generado por los enormes saltos cuantitativos, acelerados y acumulativos que se dan en el desarrollo científico, en las innovaciones tecnológicas y en sus veloces aplicaciones en distintos campos de la naturaleza y de la vida. Estamos en la era del conocimiento y la información, fuente de nuevas formas de un poder muchas veces anónimo”.

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