Por Alberto Equihua
Un fantasma recorre México: el fantasma de la unidad.
Y probablemente siempre lo ha hecho, sin que nunca se haya establecido. Pero ahora, en el momento de la crisis de salud, provocada por la pandemia del coronavirus, el anhelo de unidad nacional se ha vuelto más fuerte. Aún más, cuando la relación con la administración del Sr. López Obrador no ha sido fácil para algunos sectores, como el empresarial.
Una contracción este año y el próximo, amenaza a México y junto con la crisis del coronavirus, dejarán un rastro de muerte, desempleo, negocios quebrados y dolor. Familias, organizaciones privadas y públicas tendrán que reorganizarse internamente, por lo menos en alguna medida, para adaptarse a las nuevas condiciones con las que nos encontraremos después de la emergencia sanitaria. Naturalmente, enfrentar estos nuevos desafíos, será por sí mismo una carga pesada de soportar. Demasiado pesada, si además agregamos las luchas y pugnas que venimos arrastrando por nuestras viejas diferencias y agravios. Demasiado que procesar para el ánimo de cualquiera. Así que, en verdad, los mexicanos necesitamos una tregua. Y esta podría ser una oportunidad para empezar a cambiar algo fundamental. Porque después de estos tiempos difíciles los mexicanos tendremos que ayudarnos unos a otros, si queremos superar con éxito todos las pérdidas y el sufrimiento que estos difíciles momentos nos habrán dejado. En otras palabras. La crisis doble podría poner a México en un nuevo camino interesante, pero sobre todo prometedor. Eventualmente, podría empezar a impulsarnos hacia un futuro de unidad y cooperación. El anhelo de la unidad necesaria para recuperarnos ya ha irrumpido en el debate público, al menos en dos lados pertinentes. Por una parte, el Sr. Presidente López Obrador (El Financiero, 31.02.2020) y recientemente el sector empresarial organizado (CCE, 16/04/2020) han comenzado a hablar de unidad, cada uno por su parte. Naturalmente, ahora con esos gestos surgen preguntas como: ¿qué unidad? ¿Cómo unirnos?
Estas son preguntas fundamentales, de suma importancia que, junto con otras, ahora tendrán que ser respondidas con claridad y directamente por quienes han empezado a hablar en voz alta de unidad. Mientras tanto, aquí queremos poner sobre la mesa algunas consideraciones sobre el asunto. Como ya se ha señalado, la primera es: ¿Qué unidad? Es una pregunta pertinente, porque hay diferentes maneras en que las personas pueden estar divididas, apartadas. Sólo para dejarlo claro. Puede haber divisiones físicas, como montañas, ríos, océanos o incluso muros. Tales objetos ciertamente dividen a la gente. Pero las separaciones surgen también de las ideas. Unir a través de barreras físicas es probablemente sólo una cuestión de infraestructura o tecnología: puentes, túneles, barcos, aviones, etc. Mientras que la unión a través de las ideas probablemente representa un desafío mayor. En el último caso, tenemos que influir en las mentes y aspirar a cambiar la forma en que las personas piensan.
En cualquier caso, cuando nos proponemos unir gente, necesitamos una visión clara sobre cómo será esa unidad. Estamos hablando de una visión de la unidad perseguida o al menos deseada. Ya con esto tenemos suficiente para una discusión amplia e intensa. Alrededor de qué punto o tema es en el que los mexicanos realmente querríamos unirnos. Porque tenemos un número de candidatos posibles. Por ejemplo, sólo por mencionar algunos. ¿los derechos de propiedad? ¿O tal vez la capacidad de consumo? ¿O quizás algo más etéreo como oportunidades, orgullo o soberanía nacionales? No necesitamos 10 ideas maravillosas e inspiradoras. Una sola sería el número suficiente. Un punto bien definido, alrededor del cual los mexicanos podamos y estemos dispuestos a unirnos. Tomemos uno cualquiera por el momento. Tal vez los mexicanos podrían unirse alrededor del ideal de construir un país, en el que abunden las oportunidades, y todos puedan aprovecharlas. ¿Demasiado “americano”? Entonces, ¿qué tal una sociedad donde un buen nivel de consumo está garantizado para cada ciudadano, pase lo que pase? Elegir una causa de unidad como cualquiera de estas sería naturalmente, ya de suyo un esfuerzo de consenso enorme en cualquier sociedad. Y en México también.
Junto con la primera pregunta, debemos considerar la segunda: ¿quiénes van a estar juntos en esta causa? ¿Quiénes se supone que se unirán? Por supuesto, diferentes causas se relacionarán con diferentes audiencias, grupos o sectores. Por lo tanto, las preguntas primera y segunda tendrían que ser respondidas simultáneamente. Y por supuesto, los que se van a unir deben estar ahí. La presencia es la señal mínima de voluntad que uno puede esperar. Si alguien no asiste, entonces hay muy poco qué unir. También está claro que cuantos más grupos se unan, más difícil será. Razón de más para mantener la causa tan simple y clara como sea posible. El caso de pretender abarcar toda una sociedad de una sola vez podría ser demasiado ambicioso. Al grado de hacerlo inviable. Puede tener más sentido trabajar en la unidad por etapas, primero con aquellos con quienes se tiene más cercanía y afinidad y avanzar así, poco a poco con los siguientes grupos. La táctica de la unificación puede ser un tema en sí mismo.
La tercera cuestión que debe abordarse para avanzar hacia la unidad sería sobre los compromisos que, quienes se pretenden unir están dispuestos a prometerse. Los quid pro quos. Este es el momento de ser absolutamente serio con la visión compartida, la causa y los propósitos. La causa es fantástica; no cabe duda al respecto. Pero va a costar algunos sacrificios. No va a suceder, si los participantes que se unen no pueden creer en dos cosas: 1) que lo que sus contrapartes prometen es lo suficientemente valioso en el contexto de la unidad como para ser deseable y 2) que la promesa se cumplirá como se declaró originalmente. Hasta este punto, todo gira en un espacio de comunicación. La causa, quien participa en el esfuerzo de unificación, lo que cada uno va a poner para que todo suceda. Pero ahora llega el momento de cumplir y ver que todo el mundo desempeña su papel al menos tan bien y en la medida justa que prometió.
Así salimos de la esfera de la comunicación y nos adentramos ahora en el campo de la realidad. El primer paso aquí es hacer visibles todos los recursos que cada uno está listo a desplegar, con el fin de cumplir lo que todos y cada uno prometió. Deben estar en su lugar y a tiempo para ser desplegados según sea necesario en el proceso. Al ver eso, los demás pueden sentirse seguros de que los compromisos se cumplirán ordenadamente. Todas y cada una de las partes deben ser capaces de ver lo mismo en el otro lado.
Todavía es necesario agregar por lo menos una nota de advertencia antes de terminar. La unión de diferentes partes requiere confianza. Un ingrediente, que ya se ha incorporado en la discusión anterior. Lo que aún no se ha mencionado abiertamente es que los involucrados en un proceso de unificación deben tener ya un capital de confiabilidad por sí mismos. Ambos lados lo deben tener. Este capital es algo que se acumula con el tiempo, cada vez que alguien demuestra ser confiable, porque hace, nada menos, que lo que ha dicho que haría. Muchas veces, y durante largo tiempo. Hacer afirmaciones aquí, sobre la confiabilidad que se requiere como capital al principio de un proceso de unificación, va más allá del alcance de estas notas. Pero sin duda, es algo que cualquiera que busque la unidad tratará de sopesar, antes de dejarse involucrar en una búsqueda de unidad con alguien. Así que incluso sin haber aclarado realmente este último punto, lo mejor es cuidar siempre de este capital de confianza y confiabilidad, en caso de que llegue un momento en que buscar la unidad con alguna otra contraparte se vuelva algo importante y hasta necesario. Como suele suceder en las crisis.
Las cuestiones discutidas hasta aquí se pueden resumir con los siguiente puntos clave:
Visión clara sobre cómo se vería la unidad
Presencia de aquellos que están dispuestos o interesados en unirse
Conjunto inequívoco de compromisos (promesas) de cada uno de los que pretende participar en la unión
Quienes participan en la unión muestran los recursos que están dispuestos a invertir para asegurar el cumplimiento de todas las promesas hechas
Posesión de un capital de confiabilidad suficiente, como para inspirar la confianza necesaria para comenzar a avanzar hacia la unidad.
Yuval Harari es un historiador muy agudo, quien ha escrito obras importantes y difundidas ampliamente como "Sapiens; breve historia de la humanidad". A la fecha su opinión es muy buscada y apreciada por líderes de opinión en el mundo. Hoy, en plena crisis del Coronavirus en México, un medio de comunicación recupera una opinión que atribuye a Harari: “Si tenemos políticos que nos mintieron durante años, hay menos razones para confiar en ellos en esta emergencia”. Claramente, la cita toca fibras sensibles de México y de los mexicanos. Pues la confusión en que nos hemos sumido con esta emergencia seguramente tiene raíces ahí, en la desconfianza que nos caracteriza. Pero no sólo de los políticos, sino de prácticamente de todos…